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Diario de la desesperación

Actualizado: 16 ago 2020

Diario de campo. Actividades desde el hogar.


DÍA 1. lunes, 29 de junio de 2020.

7:34 A.M.

Desde que se declaró el estado de emergencia a nivel nacional, cuya consecuencia devino en la cuarentena obligatoria con ciertos consentimientos, la forma de entablar relaciones con otros sujetos se limitó a interpretaciones a través de una pantalla, situación que habíamos normalizado desde hace mucho, pero que constituía una herramienta, más no una obligación. Al final uno acaba transformando su estilo de vida y su percepción de la realidad; termina adaptándose a las nuevas condiciones sociales (porque incluso la virtualidad termina siendo un escenario social), y como todo proceso de adaptación, es complicado asumirlo. En lo personal, aún no me acostumbro, no tengo horarios definidos de sueño, por lo que ese aspecto del día a día no es en el que más cuido. Esto supone la no tenencia de un trabajo como tal, sino que mi momento en la vida gira en torno a la preparación profesional a través del estudio.

Más o menos a esta hora estoy despertando (un poco antes) para ingresar a las salas virtuales de clase, pues me da tiempo para alistarme y despertar los sentidos. Hoy, en particular, por ser día feriado, no tengo programada ninguna clase, pero los trabajos de la academia abundan más que antes, y desde que me alisto estoy pensando en las actividades académicas para entregar durante la semana.

9:08 A.M.

Recibo un mensaje de mi grupo de trabajo para modos de intervención, en el cual uno de los integrantes envía tres artículos para el desarrollo del proyecto; procedo a leer parcialmente sus contenidos y emitir una opinión. Cada uno tiene que aportar 3 bibliografías e identificar algunos elementos de ella; llevo ese proceso desde ayer. A partir de allí, se puede identificar cómo, sin importar el momento del día, se puede empezar a contribuir a los grupos de trabajo, y cómo lo “normal” es ahora limitar la fonética y concebir al otro a través de una serie de archivos y caracteres con el cual interlocuta conmigo.

10:25 A.M.

Los fines de semana son solo días sin clase, pero con una responsabilidad quizás mayor con las mismas, pues es el momento de leer y realizar todos los pendientes que la academia virtual demanda. Sin embargo, hay conmigo quienes decidimos, en función del tiempo que dispongamos ese fin de semana, tomar un descanso con respecto a todos los días, de lunes a viernes, que las clases se dan en su horario normal. Suele ocurrir que los trabajos y las lecturas se acumulen, y este es un día de esos, por lo que poco a poco voy abordando los textos correspondientes a la semana, empezando por los del día de mañana. Advierto, a partir de ahora, que siempre he sido de los que prefieren ahorrar algunos pesos y leer por medio de los dispositivos tecnológicos, por lo que, aunque la cuarentena demande el abordaje de textos digitales, en lo particular estoy acostumbrado, pues no suelo sacar las fotocopias en físico. Cuando he de adquirir un texto, prefiero comprar el libro completo.

10:55 A.M.

Como todo grupo social, cumplo un rol dentro del hogar, por lo que mantener limpio todo elemento que utilice (baño, alcoba, ropa, platos, escritorio) es una obligación, así que, aprovechando la lectura de una parte importante del primer texto para mañana en la mañana, me dispongo a cumplir con algunas de mis labores, empezando por el baño.

1:37 P.M.

Después de almorzar, y cuya actividad de preparar los alimentos no me corresponde a mí normalmente, acumulé ropa de toda la semana anterior y la llevé a la lavadora para cumplir con las obligaciones del hogar, no contribuir al conflicto con la familia y mantener mis pertenencias organizadas.

3:36 P.M.

Concluyo con una de las lecturas para el día de mañana. Los apuntes y reflexiones que quedan siempre son ricos para el conocimiento. En ocasiones participo de las clases y aporto, según mi perspectiva, algunas cosas relacionadas al texto, pero en otras simplemente no me siento en situación de confianza, bien sea con la clase misma, o con la bibliografía. No suelo participar si no me motiva una causa natural, propia de la lectura; es decir, si por obligación tengo que hacer un aporte, este no será fructífero, pues las personas suelen hablar y actuar por instinto o pasión, y no porque el procedimiento así lo indique. Creo que una de las máximas del uso correcto del lenguaje debería ser: profiera, siempre y cuando su interés así lo indique. Muchos personajes, públicos o al margen, solo se dedican a hablar por hablar.

5:44 P.M.

Siempre suelo tomar descanso entre lecturas, bien recuperando sueño o realizando otra actividad de la casa; terminé de organizar la ropa y me dispuse a abordar la lectura correspondiente a la clase de la tarde. No soy muy organizado en ese sentido, pues la hora de lectura no es en un momento exacto del día, sino que la intención surge de manera espontánea. Vivo con mis abuelos; mientras mi abuela realiza costuras en su máquina, mi abuelo pensionado descansa en el sofá mientras le “cacharrea” a su celular y descubre nuevas cosas de este mundo de la tecnología.

7:12 P.M.

Luego de que mi abuela pusiera la comida sobre la mesa, una vez más, adelanté el rastreo de las lecturas para mi proyecto en la materia de modos de intervención, y más o menos cuando termino mi labor, es cuando culmina mi momento relacionado directamente con la academia.

11:34 P.M.

Suelo leer algo antes de dormir, y procuro que tenga que ver, tanto directa como indirectamente, con la sociología. Procuro que sea un momento de relajación en el día, pero que a la vez me sea de utilidad para el ámbito académico y la participación en las clases.

DÍA 2. martes, 30 de junio de 2020


6:30 A.M.

Como se puede corroborar, no hay un horario tan específico para despertar, aunque eso sí, tiene que ser antes de la clase de las 8. Mi abuela también se levantó temprano para hacer el desayuno de todos e irse a cuidar a las hijas de mi tía, que trabaja en Celsia y también tiene casos particulares de trabajo desde casa, pero eso no nos compete ahora mismo.

8:00 A.M.

Después de alistarme, traigo el desayuno a mi habitación (que se ha vuelto, ahora más que nunca, en el espacio más concurrido por mí, pues aquí veo clases, leo, hago trabajos y dedico tiempo al ocio) y me conecto a la primera clase del día, la cual tiene su curso normal, con poca participación en la misma y un personaje en particular haciendo todas las preguntas. Esta, sin duda, es una realidad que ha traído consigo el confinamiento; si antes no se participaba del todo en clases presenciales, la virtualidad ha disminuido aún más la participación, pues los participantes no tienen ese observador que le presiona para que haga presencia. En cuanto a la clase como tal, cada día noto más la calidad perdida con respecto a la presencialidad, pues el sueño ataca y la distracción siempre está presente; sin embargo, siempre trato de estar concentrado y trasladar mis apuntes a las notas del celular o la computadora. La tradición del lapicero y el papel se ha perdido en un 80%.

10:15 A.M.

De manera consecutiva, me conecto a otra clase, en la cual siempre termino teniendo más afinidad; creo que esto tiene que ver con lo que es de interés para uno. Efectivamente hay algunos, dentro de los que me incluyo, que toman todos los elementos que la carrera le ofrece, pero siempre hay alguna temática o algún maestro que hace que el aprender sea más didáctico e inspirador. La clase se dio de manera natural, planteando problemas y resolviéndolos.

12:00 M.

Inmediatamente después de terminar la clase, organizo las cosas que tengo que hacer para la tarde o para el día siguiente, pues la jornada académica había acabado; la clase de las 2:00 P.M. se había cancelado. Hace unos minutos habían llegado mis abuelos y mi padre, que vive en otro lugar, para compartir mesa en el almuerzo preparado, como casi siempre, por mi abuela.

4:00 P.M.

Siempre tomo descansos después del almuerzo, y me dispongo a realizar las actividades que tenga acumuladas, sean muy extensas o deban entregarse para el día siguiente. A esta hora más o menos suelo empezar a realizarlas. En esta ocasión, rastreo textos, tal como el día de ayer, e identifico elementos que sean de utilidad para mi proyecto.

8:30 P.M.

Culmino mis actividades del día, dedico un rato a hablar con mis amigos de manera virtual y, una vez termino, procuro desprenderme de la academia y leer otro tipo de cuestiones que, como dije ayer, me sean de utilidad para mi profesión, sin introducir de manera canónica las temáticas que la universidad me ofrece desde la carrera.

10:24 P.M.

Repaso algunos de los comentarios que hace Michel Lowy a la obra de Walter Benjamin, en un libro titulado Aviso de incendio (2005). Con esta actividad, para mí, liberadora, termino el día que culmina el mes.

DÍA 3. miércoles, 1 de julio de 2020.


7:40 A.M.

No tengo programada alguna clase para la mañana, por lo que no me involucro académicamente durante un buen tramo de la mañana. Sirvo mi desayuno y me arreglo.

9:30 A.M.

Me entero de que los compañeros de séptimo semestre convocaron a un conversatorio virtual a las 10:00 A.M. como parte de una clase suya. Hicieron la invitación de manera pública, así que asistí por mera curiosidad. Estuve en la reunión solo media hora, pues necesitaba volver a involucrarme de manera directa con la academia, así que volví a la rutinaria revisión de bibliografías para llevar un adelanto del producto a la clase de la tarde; sin embargo, reflexionando sobre el conversatorio de los estudiantes de 7mo semestre, parece que esto es a lo que nos tenemos que enfrentar por un tiempo, a adaptaciones digitales de lo que comúnmente haríamos en un aula, sustituyendo exposiciones por “conversatorios”, foros por blogs en internet, y parciales por talleres común y corrientes.

10:48 A.M.

Abandono el conversatorio, enciendo el computador y me propongo revisar los textos que encontré sobre mi tema para la clase de modos ll. Parece un poco rutinario, pero es una realidad, mi familia no me exige más que dedicación al estudio y mantener pendiente de lo mío: mis pertenencias; mi tiempo; mi escaso dinero; mi educación. En la familia, cumplo el papel de “lo expectativo”, esa figura que no tiene más que el peso de la mirada de todos, ”pa ver con qué sale”, y que, aunque se diga no tener mayor responsabilidad, tiene una muy grande, la de asegurar el futuro.

2:00 A.M.

Comienza la clase, todo lleva su transcurso normal, aclaro dudas, anoto lo que entiendo y agendo la próxima actividad sobre esa cátedra. El propósito, a partir de allí, es seguir rastreando contenido específico de los textos que previamente había recopilado para construir poco a poco un enfoque diferencial étnico.

4:40: P.M.

Termina la clase y, con ello, la actividad académica del día. Me propongo descansar un poco y distender.

Reflexión.

Parece que, en materia de relaciones de trabajo, es inusual el escenario en el que se manifiestan, pues puede que no sea en una fábrica, pero sí en un aula virtual en donde todos perseguimos objetivos, nos buscamos entre los “parecidos” para formar grupos de trabajo, y ejecutar actividades que cumplan con unos parámetros y normativas que regulan la permanencia en la academia. Los más moralistas dirían que no se está obligado a hacer nada en el campo de la universidad, “nada que no se quiera hacer”, pero existe un carácter cuantitativo, unas exigencias tanto morales como académicas y unos lineamientos que condicionan el desempeño de cada estudiante dentro de su desarrollo educativo, es así como empiezan a emerger ciertas relaciones de poder en donde la eminencia de quien dicta la clase se superpone sobre los intereses del estudiante. De este modo, no quiero criticar ningún sistema; no yo, que estudia por perseguir esa lógica del sujeto que transmite conocimiento, sino que es una realidad que parte de la deconstrucción del aula (sea virtual o presencial, operan bajo la misma lógica) y que da apertura a pensar algunas cosas que comúnmente obviamos.

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