Sistema normativo e identidad trans: una relación de discriminación, exclusión y marginalidad
- Grupo identidades
- 14 ago 2020
- 4 Min. de lectura
Actualizado: 16 ago 2020
Por: Luz Angela Martinez Castro
Tomada de: Revista Semana

En el presente escrito, por medio de categorías como: identidad, identificación y poder, desarrolladas por el autor Stuart Hall en su texto titulado ¿Quién necesita identidad?, y tomando como referencia el film “Tangerine”, se pretende abordar el reto que representa identificarse como una persona transgénero en un sistema cultural que termina por marginarles. Para abordar de manera adecuada este tema, en primer lugar, se expone la forma en como el poder (desde la noción del texto) configura una estructura normativa y regulatoria en donde no hay lugar para las identidades de género, en donde el orden normativo provoca la exclusión de la población transgénero y les arrebata los derechos que se poseen por pertenecer a este. En segunda instancia, se aborda la marginalidad a la que les condena esta exclusión provocada por una identificación no valida en el sistema, y que les sumerge de una forma arbitraria a una vida precaria en donde la dignidad como principio fundamental no tiene lugar.
El poder no solo se impone externamente, sino que actúa como medio regulatorio y normativo que produce sujetos que a su vez controla” (Foucault, 1977), este sistema de control que produce el poder, opta por una unificación de identidades de género (entendiéndose este como un constructo social en el que interceden aspectos culturales) construidas desde la noción biológica del “sexo” y al cual se le ha otorgado unas características que dotan lo femenino y lo masculino y que actúan como una reglamento que moralmente se debe cumplir para no someterse a una serie de situaciones en que el sujeto se ve agredido, en esta lógica, quien transgreda el poder regulatorio del sistema normativo se percibe como una desviación que se debe “enderezar”. El sexo es normativo, como un ideal regulatorio y no solo funciona como una norma, sino que es parte de una práctica regulatoria que produce los cuerpos que gobiernan, es como un poder productivo que se materializa forzosamente a través del tiempo; es por esto, que ciertas normas regulatorias forman un sujeto “sexuado” en términos que establecen el carácter indistinguible de la formación psíquica y corporal, (Butler, 1990).
“En el lenguaje del sentido común, la identificación se construye sobre la base del reconocimiento de algún origen en común o unas características compartidas con otras personas o grupo” (Hall, 2003). El hecho de que una persona proceda a realizar este proceso de identificación con un género opuesto al asignado por las características sexuales que pregona el sistema normativo y empieza a construir su identidad por medio de la diferencia entre lo que se le fue asignado, impuesto y lo que configura su sentir, su subjetividad, transgrede el plano de lo considerado desde la moral ortodoxa (principalmente constituida por la religión y las instituciones) como lo “normal” y le provoca una desestabilización al poder que posee el sistema de regular. Pero, esta transgresión generada por la identificación con el género opuesto que define a la población transgénero genera unas consecuencias, producto de la lucha en contra del sujeto que inicia el sistema para “enderezarle”, empieza por despojarle de derechos fundamentales como vemos en el caso colombiano, al de salud y les condena a tratos que denigran su dignidad, a la discriminación, a la transfobia, a la exclusión de algunas esferas, les dificulta, se les obstaculiza el desarrollo de su vida, todo esto por cumplir el fin último del sistema, el de regular.
Esta marginalización a la que el sistema somete a la población transgénero ocasiona, como se observa en la película “Tangerine” que se les excluya del ámbito laboral digno y se les obligue en muchos casos a ejercer labores precarias en la informalidad, una de ellas es la prostitución que como en el film, va constituyendo y configurando espacios de territorialización en algunos sectores de las urbes y a los que se les considera como suburbios o lugares peligrosos en el imaginario colectivo. Lo anterior, combinado con el despojo de los derechos a la salud y la atención medica de una forma respetuosa y no estigmatizante, ha causado que muchas de estas personas contraigan enfermedades de transmisión sexual y que por ende, les cueste la vida; esto se debe de manera hipotética, por dos factores: el primero, gira en torno al proceso de identificación legal por el cual atraviesan estas personas, la documentación suele convertirse en un obstáculo, ya que se atribuye un género de acuerdo al sexo registrado en el acta de nacimiento, transgrediendo de esta forma la identidad del sujeto; esto a su vez hace que el acceso al sistema de salud sea complejo ya que exige para prestar sus servicios este requisito.

En segundo lugar, las prácticas discriminatorias del personal médico no permite que se trate de forma adecuada a estas personas, un ejemplo de esta afirmación es el caso presentado el pasado viernes 29 de Mayo de 2020, en la ciudad de Bogotá y expuesto por la Red Comunitaria Trans, en donde una trabajadora sexual transgénero del barrio Santa Fe llamada “Alejandra” falleció luego de que, según las personas que la acompañaban, la ambulancia que debía atenderla se negara a prestar el servicio médico al de enterarse que era portadora de VIH.
A manera de conclusión y teniendo en cuenta lo abordado anteriormente, los procesos de identificación y de construcción de identidad como en este caso es la identidad de género, están condicionados por un sistema de valores y creencias que construye los sujetos a su modo y, por medio de diferentes estrategias regula las esferas del sistema social para mantener todo en “su lugar”. La diversidad de género es rechazada en el orden normativo porque genera una irrupción en lo moralmente establecido, salirse de la dualidad masculino- femenino- biológico puede costarle a los sujetos que en la pirámide de la jerarquización ocupen los lugares más precarizados y se les despoje de lo necesario para llevar una vida digna. Los procesos de construcción de identidad se ven afectados por valores culturales que sitúan al individuo en una constante tensión entre lo que “debería ser” y lo que “desea ser”, provoca un enfrentamiento de subjetividades que pretenden ser instrumentalizadas para moldearlas como en el caso Trans, en el que este proceso de instrumentalización se ve reflejado en la discriminación, exclusión y marginalidad de la población que se identifica de esta manera.
Referencias:
Halls, S. (2003). Introducción: ¿Quién necesita identidad?. Cuestiones de identidad cultural, 13- 39.
Foucault, M. (1977). Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisión.
Butler, J. (1990). Gender Trouble. El género en disputa




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